

Fugazmente, mientras pasaba observándoles, he pensado divertida que estarían intentando sacar para algún viaje del IMSERSO. Según he seguido caminando se ha debido despertar mi otro yo, ése que es más humano y me reprende cuando me comporto mal, y ¡zas!, me ha puesto las pilas. Me ha hecho preguntarme si conseguiría yo sobrevivir con una pensión de 400€, si sería capaz de echarme a la calle a buscarme la vida, si poseo algún tipo de capacidad o virtuosismo como para que alguien me diera un céntimo por ello, y sobre todo, cómo me sentiría si no me quedase otra opción.
Cuando empezaba a darme asco a mí misma, sin ningún argumento que enfrentar a ese yo molesto que en ocasiones me toca los ovarios, he vuelto sobre mis pasos hasta donde estaban sentados los viejitos, les he dado los buenos días con la más amable de mis sonrisas y, antes de pedirles que se dejaran adoptar por mí, que tal comenzaba a ser mi ánimo, les he echado las monedas que llevaba en la funda del violín.
No me he sentido mucho mejor, pero al menos he callado a la plasta de mi otro yo. Y, en el fondo hasta me han dado envidia por esa forma dulce y maravillosa con que se miraban, pese a la adversidad y la pobreza que les lleva a madrugar y sentarse en un pasillo del metro a tocar el violín. ¡Lástima de mundo y mierda de sociedad en los que una pareja de ancianos debe mendigar en el metro después de toda una vida currando! Y mierda también para nosotros si algo así puede hacernos gracia ni siquiera por unos segundos.
¿El amor no todo lo puede o si?
ResponderEliminarHas reflejado muy bien esta realidad que tienen que vivir ciertos mayores víctimas de esta sociedad goblalizada y consumista.
Bonito post.
Espero que no sea un reflejo de nuestro temido futuro.
Un saludo guapa!
Qué buen posteo.
ResponderEliminarTe felicitamos. Siempre nos mueves algo dentro.
Algunas veces la risa, otras el enojo, otras veces el asco por el mundo.
Esta vez nos mueves la tristeza. Sí. Esto es lo que nuestros hijos heredaran de gente como nosotros.
Postales de indignidad.