El hombre es un animal social, lo dijo no sé qué filósofo (estudie usted un montón de años para esto), y es verdad. Pero, como muchos animales y la mayoría de homínidos, eso no significa que sea sociable con todo quisqui y por naturaleza, sino que tiende a vivir, si puede, en sociedad. No obstante, este concepto de "sociedad" no debe llevarnos directamente a la sociedad supuestamente civilizada en la que vivimos la mayor parte de comunidades de humanos, sino a comunidades pequeñas en las que todos sus miembros se conocen personalmente e interactúan entre sí.
Esta verdad verdadera y comprobada me lleva a comprender por qué necesitamos de tantas reglas de protocolo, urbanidad y buena educación para convivir en armonía, y por qué cuando éstas brillan por su ausencia se disparan los conflictos, lo que también ocurre cuando las educaciones son diferentes y contrapuestas. Las normas educacionales son necesarias en todas las sociedades, por pequeñas que sean, y con mayor motivo son imprescindibles en las grandes.
Todos necesitamos un determinado espacio personal, y a todos nos molestan, en los demás, cosas que nosotros hacemos y que también toleramos en las personas de nuestro entorno. Porque, seamos sinceros, ¿realmente un adulto en la confianza de su casa, con sus padres y hermanos, o con su pareja pide todo por favor siempre, y siempre da las gracias con una amable sonrisa después?; no, porque las más de las veces, entre otras cosas, le dicen que lo coja/haga él. ¿En esta situación casera planteada, se saluda y despide uno con toda corrección de todos y cada uno de los miembros cada vez que entra o sale?, o ¿se disculpa sonrojado cuando roza casualmente a otro miembro?; pues claro que no, no sería de recibo. ¿Qué adulto se aguanta un pedete, o evita soltar un leve eructo de esos traicioneros o retocarse más o menos disimuladamente la nariz ante un molesto moco, estando en su casa acompañado sólo de los más íntimos?, ninguno, salvo las excepciones, por supuesto.
Bueno, ella no cuenta, es reina y, a la vista está, hace lo que le sale de los ovarios.
Ojo que con esto no quiero decir, ni digo, que en nuestro entorno más íntimo no sea necesaria una cierta dosis de educación, que más que necesaria es forzosa para sobrevivir a la convivencia; lo que quiero decir, y digo, es que las normas de educación pueden ser, y son, más relajadas y menos protocolarias en un entorno personal, cuyos miembros están unidos por lazos afectivos y de confianza, que en un entorno más amplio cuyos miembros no están unidos por lazos tan fuertes y cálidos.
Habrá fisnos muy fisnos que no hagan "esas cosas" que pregunto en el párrafo anterior a la bella instantánea de Isabel II ni en casa estando a solas, o no lo admitan, pero ahora no vamos a discutir por eso. No obstante, incluso los muy fisnos podrán comprender a dónde quiero llegar si tienen animales domésticos viviendo en casa, o conocen a personas que viven con animales domésticos. ¿Imagináis a un perro o a un gato, por muy domésticos que sean y bien educados que estén, pidiendo (a su modo, claro está) perdón por haberse tirado un cuesco o un eructo delante de todo el mundo?; pues no, y a los humanos no sólo no nos molesta sino que hasta nos hace gracia cuando lo hacen. ¿Os los imagináis cediendo el primer bocado a otro animal: "no, no, por favor, come tú primero", "faltaría más, primero tú"?; ¿a que no? Efectivamente, la respuesta es no.
Y esto es así porque los animales domésticos en realidad no viven propiamente en nuestra sociedad supuestamente civilizada. Viven en pequeñas comunidades habitadas únicamente por los miembros de su clan o "familia": las casas de sus dueños; e interactúan con muy pocos miembros de la sociedad fuera de ellas, por lo que las normas de educación de que hacen gala son muy relajaditas y propias de su especie. Y, cuando interactúan con otros que no son de su clan, lo normal suele ser (a no ser que estemos hablando de ejemplares muy pasotas) que se líe una trifulca de cojones si otro miembro "invade su terreno" obviando sus más elementales muestras de cortesía y buena educación como son, por ejemplo, oler y dejarse oler respectivamente los culos y genitales, costumbre por lo demás muy alejada de lo que nosotros consideramos como buena educación.
En muchos sitios de Moravia es de buena educación eructar tras una buena comida como signo de que ésta se ha apreciado, eructa tú en un buen retaurante occidental a ver cómo te miran. En China la gente escupe por la calle y después te sonríe amablemente, pero escupe tú aquí al paso de alguien y mejor será que corras mucho. En la selva tropical tocar y ser tocado es un signo de respeto y afecto, anda, toca en Occidente a alguien a quien no conozcas a ver cómo le sienta.
Quiero decir con esto que todos los animales tenemos nuestros propios y particulares perendengues en cuestiones de educación para poder interactuar con otros miembros de nuestra sociedad, que no pertenezcan a nuestro círculo íntimo, sin liarnos a mordiscos y gruñidos, como hacen los animales domésticos no pasotas.
Por eso, todos tenemos un espacio vital que debe siempre ser respetado por el resto, incluidos los miembros de nuestro clan, aunque para ellos el espacio que han de respetar es más reducido y las normas más laxas, y si la excepción se sale de ahí representa una falta de educación grave que puede dar lugar a un conflicto también grave.
Y toda esta reflexión, a un tiempo tan tonta y tan profunda, viene a cuento de que hoy, paseando a mis perros, una señora que al parecer era muda se ha dirigido a mí con aspavientos para que le recogiera y alcanzara una pinza que se le había caído al suelo. No me lo ha pedido por favor y tampoco me ha dado las gracias, ya digo que por su forma de comportarse y emitir sonidos guturales creo que era muda, y precisamente porque he creído que era muda no me he molestado ni he pensado que fuera una mal educada. Pero si hubiera pensado que tenía la capacidad de hablar me habría cabreado por su falta de educación: primero por dirigirse a mí, una desconocida, sin saludar, segundo por no pedírmelo por favor, y tercero por no darme las gracias.
Y a raíz de este episodio me he ido a casa rumiando sobre todo esto de la educación y nuestros diferentes raseros para juzgar y admitir a los demás según la posean o no, y según sea distinta de la nuestra.... Vamos, que se me ha ido la pinza.
Esos gestos que hoy llamamos de educación y cortesía no son sino el recuerdo de los inhibidores de agresividad de tiempos pasados. El por favor y el gracias es un modelo de igualación (¿existe esa palabra?) social de tal forma que reconocemos que nadie es más que nadie. El dar la mano derecha al saludar era un signo demostrativo de que no se iba armado. La reverencia, fuera de uso ya en nuestra sociedad, era un signo de sumisión y respeto del que visitaba al visitado.
ResponderEliminarTodo ello necesario para evitar conflictos en una sociedad tan territorial como es la de nuestra especie.
¿Tan fácil era de resumir?, jeje, esta incapacidad mia de ser breve...
ResponderEliminarTienes razón, muchos modos y costumbres tenían su razón de ser específica en algo que hoy día está en desuso; sin embargo, han perdurado y se consideran indispensables para la buena convivencia. Porque, tal como dices, somos animales territoriales y agresivos, y destructivos, y dañinos, y crueles, y...